Adentrarse en el mundo del entrenamiento sobre la bicicleta implica mucho más que salir a pedalear. A medida que el ciclista se toma más en serio su preparación física y busca mejorar su rendimiento, se encuentra con una serie de términos técnicos que explican los procesos fisiológicos que ocurren durante el esfuerzo. Comprender estos conceptos no es solo una cuestión de curiosidad, sino una herramienta indispensable para planificar entrenamientos más eficaces y evitar errores comunes.

Conceptos clave del entrenamiento en el ciclismo
Uno de los términos que más aparece en el entorno del entrenamiento es el lactato, también conocido como ácido láctico. Se trata de una sustancia que el organismo produce durante el esfuerzo intenso, cuando el oxígeno empieza a escasear en los músculos. El lactato en sí no es el enemigo, sino la señal de que el cuerpo está trabajando al límite. El problema aparece cuando se acumula más de lo que se puede eliminar, lo que provoca fatiga muscular y obliga a reducir el ritmo. Este fenómeno es habitual cuando se afrontan pendientes exigentes o sprints prolongados.
Otro término básico es la glucosa, el combustible inmediato de los músculos. Procede de los hidratos de carbono ingeridos y se almacena en forma de glucógeno en los músculos y el hígado. Durante una salida en bici, especialmente si es larga o intensa, el cuerpo va agotando estas reservas, y cuando llegan a su mínimo se produce la temida pájara, una caída drástica del rendimiento que solo se puede prevenir con una adecuada estrategia de nutrición y reposición energética.
La medida más reconocida del estado de forma de un deportista es el VO2max, o consumo máximo de oxígeno. Este valor indica la capacidad del cuerpo para absorber, transportar y utilizar oxígeno durante el ejercicio. En ciclismo, se relaciona directamente con la resistencia y la potencia aeróbica. Un mayor VO2max permite mantener esfuerzos elevados durante más tiempo. Aunque su medición precisa requiere un test de laboratorio, los entrenamientos bien planificados pueden mejorar esta capacidad con el tiempo.
En relación con el uso de la energía durante el ejercicio, conviene distinguir dos conceptos estrechamente ligados: el umbral aeróbico y el umbral anaeróbico. El primero define el punto a partir del cual el cuerpo empieza a depender más de la glucosa que de las grasas como fuente energética. Entrenar cerca de este umbral ayuda a mejorar la eficiencia metabólica y favorece la resistencia prolongada con un coste energético bajo.
El umbral anaeróbico, por su parte, marca la intensidad máxima que un ciclista puede mantener antes de que la acumulación de lactato en sangre se dispare. Superado ese límite, el cuerpo no consigue eliminar el ácido láctico a la velocidad suficiente y se produce una rápida fatiga. Por ello, conocer este umbral permite ajustar la intensidad de los entrenamientos y evitar esfuerzos innecesarios que acaben siendo contraproducentes.
Dominar estos cinco conceptos permite tanto al ciclista principiante o experimentado comprender mejor cómo responde su cuerpo ante distintos tipos de esfuerzo. Lejos de ser una jerga reservada a profesionales, estos términos son claves para entrenar con criterio, interpretar correctamente las señales del cuerpo y alcanzar objetivos deportivos de forma más eficaz y segura.