El Giro de Italia ha sido, desde sus inicios en 1909, una de las grandes joyas del ciclismo internacional. Sin embargo, hay ediciones que por sus circunstancias excepcionales logran una notoriedad particular. Entre ellas, destaca con fuerza la edición de 1988, marcada por una etapa que pasó a los anales del deporte no solo por su dureza extrema, sino por las controversias y consecuencias que desató.

La etapa más épica y controvertida del Giro
Todo ocurrió durante la etapa 14, entre Chiesa in Valmalenco y Bormio, un recorrido de 120 kilómetros que incluía la mítica ascensión al Passo di Gavia. Aquel día, el mal tiempo no fue solo un factor más de dificultad: se convirtió en el protagonista absoluto. Una intensa nevada cubrió la montaña, sumiendo a los corredores en una odisea de frío, viento y hielo. Las imágenes de ciclistas cubiertos de nieve, con los labios amoratados y el rostro desencajado por las bajas temperaturas, dieron la vuelta al mundo.
Erik Breukink ganó la etapa, pero fue el estadounidense Andrew Hampsten quien cimentó en el Gavia su camino hacia la victoria final en el Giro. Hampsten, entonces líder del equipo 7-Eleven, resistió con firmeza las condiciones dantescas y se enfundó la maglia rosa ese mismo día. Su gesta bajo la nieve le valió un lugar permanente en la memoria colectiva del ciclismo.
Sin embargo, más allá del heroísmo individual, la etapa del Gavia dejó profundas heridas y un debate abierto. Muchos corredores cruzaron la meta con síntomas de hipotermia. Algunos necesitaron asistencia médica urgente y no fueron pocos los que cuestionaron la decisión de no neutralizar la etapa. La organización defendió su postura argumentando que, pese a las condiciones extremas, no existía un riesgo inminente para la integridad física de los ciclistas, una afirmación que varios participantes pusieron en duda posteriormente.
La edición de 1988 no solo dejó una imagen épica del ciclismo en estado puro, sino que también puso de relieve los límites de la resistencia humana y la responsabilidad organizativa ante situaciones límite. A raíz de lo vivido en el Gavia, la Unión Ciclista Internacional y los organizadores de las grandes vueltas empezaron a contemplar de forma más seria la necesidad de protocolos para condiciones meteorológicas adversas.
Décadas después, aquella jornada sigue siendo objeto de análisis, reportajes y documentales. Los aficionados la recuerdan como una epopeya, mientras que muchos profesionales la citan como el ejemplo de lo que no debería volver a suceder. Paradójicamente, esa combinación de épica y controversia ha convertido al Giro de 1988 en un hito imborrable de la historia del ciclismo.
El paso del tiempo ha transformado la etapa del Gavia en leyenda. Para muchos, representa la esencia del Giro: una competición implacable, capaz de revelar tanto el sufrimiento como la gloria, donde cada pedalada puede marcar la diferencia entre el olvido y la inmortalidad deportiva.