La mejora del fondo físico es uno de los objetivos más comunes entre quienes practican ciclismo de montaña, ya sea con fines recreativos o de competición. Para lograr un rendimiento más eficiente y prolongado sobre la bicicleta, es imprescindible desarrollar la capacidad cardiovascular y la resistencia muscular a través de un programa de entrenamiento estructurado y constante.

El fondo hace referencia a la habilidad del organismo para sostener un esfuerzo durante largos periodos sin sucumbir a la fatiga. Esta capacidad no solo depende del estado físico, sino también del control mental que permite mantener la concentración y la técnica a lo largo de toda la actividad. En el ciclismo de montaña, donde las rutas suelen presentar desniveles, obstáculos y terrenos irregulares, una buena base de resistencia es clave para superar los desafíos que impone cada recorrido.
Cómo mejorar la resistencia sobre la bicicleta
Trabajar el fondo no implica únicamente salir a rodar largas distancias de forma esporádica. Es necesario incluir una serie de entrenamientos específicos que activen diferentes sistemas energéticos y contribuyan a la adaptación progresiva del cuerpo. Para ello, hay cinco ejercicios básicos que, integrados en la planificación semanal, favorecen el desarrollo de la resistencia de manera eficaz.
El primero de estos entrenamientos consiste en realizar intervalos de alta intensidad. Esta práctica alterna esfuerzos exigentes con fases de recuperación, permitiendo al cuerpo adaptarse tanto a picos de exigencia como a periodos de reposo activo. Un ejemplo es pedalear con fuerza durante 30 segundos y descansar el mismo tiempo, repitiendo el ciclo durante unos 20 minutos. Este tipo de trabajo potencia la capacidad cardiovascular y la eficiencia del sistema respiratorio.
Otro ejercicio recomendable es el entrenamiento en ascenso. Subir pendientes de cierta inclinación manteniendo un ritmo sostenido ayuda a fortalecer la musculatura específica implicada en la pedalada, especialmente cuádriceps, glúteos y gemelos, al tiempo que mejora la resistencia pulmonar. En caso de no disponer de cuestas accesibles, puede utilizarse un rodillo o una bicicleta estática con resistencia ajustable para simular el esfuerzo de una subida real.
El trabajo a ritmo constante representa otra pieza fundamental en la preparación del ciclista. Se trata de mantener una intensidad moderada y continua durante una sesión prolongada, comenzando por sesiones de 30 minutos e incrementando progresivamente hasta alcanzar los 60 minutos o más. Esta metodología favorece la capacidad del cuerpo para sostener el esfuerzo y optimiza la eficiencia del pedaleo.
La velocidad también debe formar parte del entrenamiento para ganar fondo. Las series de sprints, que implican pedalear al máximo durante intervalos cortos (por ejemplo, 15 segundos a máxima velocidad seguidos de 45 segundos de recuperación), estimulan la respuesta del sistema cardiovascular y contribuyen a una mejor gestión de los cambios de ritmo, frecuentes en el ciclismo de montaña.
Finalmente, el trabajo de cadencia aporta beneficios tanto a la técnica como a la resistencia muscular. Pedalear a una cadencia específica, sin grandes variaciones, durante periodos prolongados, permite afinar la fluidez del pedaleo y reducir el gasto energético innecesario. Comenzar con sesiones de media hora e ir ampliando su duración es una manera efectiva de incorporar esta rutina.
La combinación de estos cinco entrenamientos, junto con una planificación equilibrada que incluya descansos adecuados y trabajo complementario de fuerza fuera de la bicicleta, ofrece una base sólida para mejorar el rendimiento sobre la bicicleta de montaña. La constancia, la progresión y la variedad en los estímulos son las claves para alcanzar una mayor resistencia y afrontar cualquier ruta (o carrera) con garantías.