General

Excusas sobre dos ruedas: los argumentos más usados para no salir en bici (y cómo desmontarlos con humor y motivación)

Algunas son creativas; otras, repetidas hasta la saciedad. Todas tienen algo en común: esconden una batalla interna entre la pereza y las ganas de rodar.

La escena es habitual: el ciclista frente a la puerta, vestido de arriba abajo con su equipación, pero inmóvil, con la mirada perdida en el cielo o en la previsión meteorológica del móvil. Una nube en el horizonte, un soplo de viento o simplemente un bostezo mal disimulado bastan para activar la maquinaria de las excusas. Algunas son creativas; otras, repetidas hasta la saciedad. Todas tienen algo en común: esconden una batalla interna entre la pereza y las ganas de rodar.

Ciclista dubitativo mirando el cielo. Imagen: TodoMountainBike
Ciclista dubitativo mirando el cielo. Imagen: TodoMountainBike

Las excusas ciclistas para no salir en bici

A continuación, un repaso a las excusas más frecuentes que frenan a ciclistas de todos los niveles, acompañadas de una dosis de realidad que invita, sin rodeos, a dejar la desgana en casa.

Hace mal tiempo. La reina de todas las excusas. Basta una nube gris o cuatro gotas para que algunos desistan. Sin embargo, con el equipamiento adecuado, pedalear con lluvia o frío no solo es posible, sino que puede resultar gratificante. El barro en las ruedas y el agua en la cara forman parte del ciclismo. Si solo se saliese con sol y 22 grados, el calendario se reduciría a un puñado de días al año.

No tengo tiempo. Una frase recurrente que, al analizarse, suele desmontarse sola. Media hora desplazándose en bici equivale a una buena sesión de entrenamiento. Salir no siempre exige recorridos épicos ni rutas de varias horas. Lo importante es mantener la regularidad. Hay quien tarda más en decidir si sale o no que en completar una vuelta al parque.

Estoy cansado. Cansancio físico, mental, existencial. El argumento es válido, pero también relativo. La bicicleta es, en muchas ocasiones, la mejor herramienta para despejar la mente y activar el cuerpo. Una salida suave puede transformar una tarde apática en una jornada revitalizante. En casos extremos, siempre queda la opción de rodar con calma, sin objetivo más que disfrutar del camino.

No estoy en forma. Precisamente por eso se sale. Esperar a estar en forma para empezar a montar en bici es como esperar a saber nadar perfectamente antes de meterse en el agua. La mejora física es progresiva, y el primer paso, aunque cueste, siempre es el más importante. El sillón no ofrece progresión; la bicicleta, sí.

Salgo mañana. La excusa más tramposa y, a la vez, más popular. Aplazar lo inevitable suele acabar en semanas de inactividad. Salir hoy, aunque sea poco, vale más que prometer un mañana que nunca llega. El futuro se construye pedaleando en el presente.

Voy solo. El ciclismo en solitario tiene sus ventajas: permite marcar el ritmo propio, pensar, desconectar. Además, con aplicaciones y redes sociales, es fácil encontrar grupos con intereses similares. A falta de compañía, siempre queda la mejor conversación: la que se tiene con uno mismo mientras el paisaje pasa a cada pedalada.

No tengo motivación. Aquí no hay truco ni receta mágica, pero sí una certeza: la motivación no siempre precede a la acción; muchas veces, nace después. Basta con subirse a la bicicleta y dejar que las sensaciones hablen. El cuerpo responde mejor de lo que la mente imagina.

Romper con estas barreras mentales es, muchas veces, más difícil que completar una subida exigente. Pero la recompensa, como en toda buena ruta, llega con el esfuerzo. Cada salida, por breve o modesta que sea, cuenta. Y si hace falta humor para dar el primer paso, que no falte: porque reírse de uno mismo es, en ocasiones, el mejor entrenamiento.