En plena temporada ciclista, la mayoría de aficionados y profesionales prestan atención a la aplicación de protector solar en brazos, piernas y rostro. Sin embargo, dos áreas muy sensibles suelen quedar fuera de la rutina de protección: los labios y las orejas. Ambas zonas están constantemente expuestas durante las salidas en bicicleta y, al no recibir cuidados específicos, pueden sufrir quemaduras, irritaciones y a largo plazo, problemas más graves en la piel.

La importancia de cuidar cada parte expuesta al sol
Los labios carecen de melanina suficiente para protegerse del sol, lo que los convierte en una de las partes más vulnerables del rostro. El viento y el esfuerzo físico propio del pedaleo intensifican su deshidratación, provocando sequedad y grietas. Por ello, el uso de un bálsamo labial con factor de protección solar (FPS 30 o superior) debería formar parte del equipamiento básico de cualquier ciclista.
En el caso de las orejas, su forma y exposición directa a los rayos solares aumentan el riesgo de quemaduras, especialmente en la parte superior y trasera. Estas zonas, al no recibir la misma atención que otras áreas de la piel, son propensas a acumulación de daño solar con el paso de los años. Los dermatólogos recomiendan aplicar una fina capa de crema solar resistente al sudor, repitiendo la aplicación en rutas largas o muy calurosas.

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Además, no hay que olvidar que tanto en labios como en orejas el daño solar es acumulativo. Es decir, cada exposición sin protección contribuye al envejecimiento prematuro de la piel y eleva el riesgo de lesiones dermatológicas. Un pequeño gesto como dedicar unos segundos antes de salir a la bici para cubrir estas zonas marca la diferencia en la salud cutánea a largo plazo.
Existen productos específicos diseñados para deportistas: protectores solares en barra para orejas, bálsamos labiales con resistencia al sudor y la saliva, e incluso fórmulas enriquecidas con ingredientes hidratantes como la manteca de karité o el aloe vera. Estas opciones son cómodas de transportar en el maillot y permiten reaplicar la protección durante la salida sin complicaciones.

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La prevención se convierte en la mejor estrategia. Igual que revisar la presión de los neumáticos o ajustar el casco, proteger labios y orejas debería integrarse en la rutina previa a cada salida veraniega bajo el sol. Pequeños hábitos, repetidos con constancia, evitan molestias inmediatas y reducen riesgos a futuro.