El verano ofrece jornadas más largas y luminosas, pero las altas temperaturas pueden convertirse en un verdadero desafío para cualquier ciclista. El calor extremo no solo reduce el rendimiento, sino que aumenta de forma considerable el riesgo de sufrir un golpe de calor, una afección potencialmente grave que requiere prevención y atención inmediata.

Recomendaciones prácticas para salidas en verano
El golpe de calor se produce cuando la temperatura corporal supera los 40°C y el organismo pierde la capacidad de autorregularse. En el caso de los ciclistas, la combinación de esfuerzo físico, exposición solar y deshidratación acelera este proceso. Entre los síntomas iniciales se incluyen mareos, dolor de cabeza, confusión, sudoración excesiva y debilidad muscular. En fases avanzadas, puede provocar pérdida de consciencia e incluso daños orgánicos graves.
Para reducir riesgos, es recomendable evitar las horas centrales del día, entre las 12:00 y las 17:00. Planificar las salidas a primera hora de la mañana o al final de la tarde permite rodar con temperaturas más suaves y minimizar la carga térmica.
La hidratación debe ser constante y preventiva. No se trata de beber solo cuando aparece la sed, sino de ingerir pequeños sorbos cada 15 o 20 minutos. En recorridos largos o con elevada humedad, es aconsejable alternar agua con bebidas isotónicas para reponer las sales minerales perdidas por el sudor.
La vestimenta también desempeña un papel clave. Es preferible utilizar prendas ligeras, transpirables y de colores claros, que reflejen la radiación solar. La ropa con protección UV y los cascos con buena ventilación contribuyen a mantener una temperatura corporal más estable.
Durante la ruta, conviene moderar el ritmo en los tramos más calurosos y aprovechar las zonas de sombra para descansar. Incluso un ciclista experimentado y bien entrenado no está exento de sufrir un golpe de calor, por lo que escuchar al cuerpo es fundamental. Si aparecen signos de fatiga extrema, detenerse y buscar un lugar fresco debe ser la prioridad.
En caso de síntomas de golpe de calor, es necesario actuar con rapidez: trasladar al afectado a un lugar sombreado, aflojar la ropa, aplicar paños fríos en cuello, axilas e ingles y humedecer el cuerpo para favorecer la pérdida de calor. La asistencia médica debe solicitarse de inmediato.
Una adaptación progresiva al calor, con sesiones controladas y cortas, puede ayudar al organismo a tolerar mejor las altas temperaturas. Este proceso debe realizarse de forma gradual y siempre acompañado de una hidratación y alimentación adecuadas.