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¿Son los ciclistas mejores ciudadanos que los conductores? El estudio que reabre el debate urbano

La investigación, firmada por expertos en psicología ambiental, apunta a una posible relación entre el medio de transporte elegido y el compromiso con el bien común.

La convivencia entre ciclistas y conductores vuelve al centro del debate público tras la publicación de un estudio académico que analiza algo más que la movilidad. La investigación, firmada por expertos en psicología ambiental, apunta a una posible relación entre el medio de transporte elegido y el compromiso con el bien común, una conclusión que no ha tardado en generar controversia.

Ciclista feliz y conductor frustrado. Imagen: TodoMountainBike
Ciclista feliz y conductor frustrado. Imagen: TodoMountainBike

El trabajo ha sido publicado en el Journal of Environmental Psychology y difundido a través de ScienceDirect. Su objetivo no es determinar habilidades de conducción ni comportamientos viales, sino explorar si desplazarse en bicicleta o en coche guarda relación con actitudes sociales y cívicas dentro de la comunidad.

Movilidad urbana y compromiso social

Para desarrollar el análisis, los investigadores utilizaron encuestas anuales realizadas entre 2014 y 2019 a una muestra representativa de la población alemana. El estudio se centró en entornos urbanos, donde caminar, pedalear o conducir son alternativas reales que compiten por el mismo espacio público.

El punto de partida fue claro: aunque existe abundante literatura sobre los beneficios ambientales y de salud del transporte activo, hay pocos datos sobre su vínculo con el comportamiento prosocial. Para cubrir ese vacío, el equipo evaluó cuatro indicadores clave del bien común: participación política, participación social, solidaridad vecinal y ayuda directa a los vecinos.

Los resultados muestran una diferencia significativa entre los modos de transporte. Según el estudio, las personas que se desplazan habitualmente en bicicleta presentan niveles más altos en los cuatro factores analizados que aquellas que utilizan el coche de forma predominante. En palabras de los autores, ir en bicicleta en lugar de conducir se asocia positivamente con la preocupación por el bienestar colectivo.

Uno de los aspectos más relevantes del trabajo es el control estadístico de variables socioeconómicas. Tras ajustar factores como ingresos, nivel educativo, sexo o propiedad de la vivienda, la bicicleta fue el único medio de transporte que mantuvo una asociación positiva consistente en todas las dimensiones evaluadas.

La explicación propuesta por los investigadores se apoya en la experiencia cotidiana del desplazamiento. Ciclistas y peatones mantienen un contacto directo con su entorno urbano: perciben sonidos, olores y dinámicas sociales que refuerzan la sensación de pertenencia al espacio compartido. Esa exposición constante favorecería una mayor implicación con la comunidad.

En el caso del coche, el estudio describe una situación opuesta. El habitáculo del vehículo actúa como una barrera física y sensorial que reduce la interacción con el entorno. La ciudad se percibe de forma fragmentada, limitada al parabrisas y a las ventanillas, lo que convierte el trayecto en un simple tránsito entre origen y destino.

Los investigadores subrayan que, durante la conducción, las oportunidades de conexión con el entorno son escasas y, en muchos casos, asociadas a situaciones negativas como atascos o semáforos en rojo. Ese tipo de interacción no genera una experiencia urbana significativa ni fomenta el vínculo social.

Más allá de la comparación entre ciclistas y conductores, el estudio lanza un mensaje dirigido a las políticas públicas. Los autores defienden que invertir en infraestructuras para caminar y pedalear no solo reduce contaminación y ruido, sino que puede tener efectos positivos sobre la cohesión social y la vida comunitaria en las ciudades.

No obstante, el propio informe introduce una advertencia clave. Los resultados no permiten afirmar que usar la bicicleta convierta a una persona en más solidaria, ni que las personas más comprometidas elijan necesariamente este medio de transporte. Establecer una relación de causa y efecto directa, reconocen los autores, requeriría investigaciones adicionales y diseños experimentales más complejos.

En cualquier caso, el estudio aporta un nuevo ángulo al debate sobre movilidad urbana. Más allá del tráfico y la seguridad vial, la forma en la que nos movemos por la ciudad podría estar vinculada a cómo nos relacionamos con ella y con las personas que la habitan.