La hipótesis de unas ruedas de 32 pulgadas en el Cross Country abre un escenario claro: si ese diámetro prospera, la geometría tendrá que reajustarse para conservar el tacto ágil y la eficiencia de pedaleo que hoy definen a la bicicleta de XC, sin perder las ventajas evidentes de rodar “por encima” de las irregularidades.

Más rueda, más compromisos: qué cambiaría en el cuadro y por qué
El primer efecto sería físico y difícil de esquivar: el eje de la rueda sube. Con ello aumenta la altura potencial del pedalier y se eleva el centro de gravedad si no se compensa. Para evitar una bici 'alta' e inquieta en curvas, lo más probable es ver más caída de pedalier y, en paralelo, una normalización de bielas algo más cortas en competición (para reducir golpes de pedal sin tener que levantar la bici).
La segunda derivada afectaría al manejo. A igualdad de ángulo de dirección, una rueda mayor tiende a incrementar el avance y la estabilidad. Para que una geometría de XC siga sintiéndose rápida de reacciones, los fabricantes tendrían dos caminos: aumentar el 'offset' de la horquilla (o recurrir a coronas específicas) o cerrar ligeramente el ángulo de dirección respecto a lo que se consideraría lógico con una rueda más grande. En la práctica, buscarían mantener un rango de avance similar al de las 29" actuales.
En el triángulo trasero aparecería otro ajuste casi obligado: más longitud útil para alojar neumáticos y llantas de mayor radio, con espacio suficiente para barro y flexión del cuadro. Eso empuja hacia vainas algo más largas o, en su defecto, hacia soluciones de compactación (yokes más trabajados, pivotes y tirantes rediseñados) para no disparar la batalla total. El objetivo sería contener la sensación de 'autobús' en tramos revirados, especialmente en circuitos modernos con cambios de apoyo constantes.
La posición del ciclista también cambiaría. Con ruedas de 32", el stack crece de forma natural. Para evitar una postura excesivamente erguida, podrían bajar la pipa de dirección, afinar el 'drop' del manillar con potencias y espaciadores, y aumentar algo el reach para mantener reparto de pesos y presión sobre la rueda delantera en subidas técnicas. En paralelo, un ángulo de tubo de sillín algo más vertical ayudaría a centrar al ciclista sin alargar de más la potencia.
El último foco sería el front center y el riesgo de solape de puntera. Una rueda mayor acerca el neumático al pie en tallas pequeñas, así que es razonable esperar dos movimientos: tallajes más escalonados (con saltos de reach más marcados) y un front center mínimo más largo. Eso encaja con la tendencia actual del Mountain Bike de competición, pero con una penalización potencial en agilidad que habrá que compensar con la dirección y el reparto de masas.
Si la rueda de 32 pulgadas llega a consolidarse, lo hará con una lectura muy pragmática: más capacidad de rodadura y estabilidad a cambio de rediseñar proporciones para que la bici siga siendo una herramienta de carreras. El resultado probable sería una nueva 'normalidad' geométrica: pedalier más bajo en términos relativos, dirección ajustada para no perder viveza, trasera algo más larga y una posición más centrada para exprimir la tracción sin comprometer el control.